Jugando con el polarizador en el Río Tinto, uno puede llegar a fundir cinco planos de realidad: Los surcos que dibuja el agua, lo que flota sobre ella, lo que sobresale, lo que está reflejado y lo que hay en el fondo. Si a todo ello le añadimos la gama cromática que nos ofrecen las rocas teñidas de metal sumadas a las algas que allí subyacen, los resultados resultan siempre sorprendentes.